El mindfulness puede entenderse como atención y conciencia plena, como presencia atenta y reflexiva a lo que sucede en el momento actual. Pretende que la persona se centre en el momento presente de un modo activo, procurando no interferir ni valorar lo que se siente o se percibe en cada momento. Como procedimiento terapéutico busca, ante todo, que los aspectos emocionales y cualesquiera otros procesos de carácter no verbal, sean aceptados y vividos en su propia condición, sin ser evitados o intentar controlarlos (Vallejo, 2006).
La compasión en cambio, sería la sensibilidad al sufrimiento tanto de uno/a mismo/a como de las demás personas, unida a la motivación de prevenirlo y aliviarlo. Sus componentes sería: tomar conciencia de que el sufrimiento está presente, resonar empáticamente, intención de aliviar y/o prevenir ese sufrimiento y la motivación de dar respuesta para aliviarlo o prevenirlo.
La investigación en neurociencias de la empatía y la compasión sugiere que mientras que la empatía activa la corteza cingulada anterior, la ínsula y la amígdala, la compasión por el contrario, activa áreas relacionadas con emociones positivas y sentimientos de bienestar asociadas al amor y al cuidado, incluyendo el estriato ventral, la corteza cingulada pregenual y el córtex orbitofrontal medial. (Brito-Pons y Librada-Flores, 2018).
En esta sección publicaré sobre este tema tan necesario para lograr la transformación personal y social que deseamos ver en el mundo.
