Es el proceso de adquisición del poder sobre el sexo que somos, tenemos y que hacemos, dándole la consabida importancia al cuerpo como el mapa de la sexualidad. Implica por tanto, obtener la autonomía y control sobre el cuerpo (ciclos vitales) y la sexualidad, teniendo en cuenta los deseos y las fantasías eróticas. Las mujeres construyen su sexualidad bajo el mandato machista de que sus cuerpos son de acceso público. Por ello, se viven de manera ambivalente en relación a él dificultando la experiencia de ser un lugar seguro y una fuente de crecimiento y bienestar. En consecuencia, la biografía sexuada queda marcada por el sentimiento de que el cuerpo de las mujeres no solo no le pertenece y genera una profunda desconexión del “Yo sexual”. Esto es, menor consciencia y consecuencia de las necesidades y los deseos propios.

En resumen, se produce una merma en la autoestima sexual, la experiencia sensitiva y en las habilidades de negociación. En definitiva, en el propio autocuidado.. De acuerdo con lo que apunta la activista transfeminista decolonial Lucrecia Masson, “Sentirnos inadecuadas no es personal sino colectivo”.

En este ámbito colaboro con la organización Mujeres de Colores y Mundu Berriak.